Mira Murati y el histórico rechazo a 1.000 millones de dólares de Meta

Mira Murati, ex directora de tecnología (CTO) en OpenAI y una de las mentes más brillantes detrás de proyectos emblemáticos como ChatGPT y DALL-E, es hoy no solo una líder tecnológica sino una pionera


En la vertiginosa carrera global por conquistar la inteligencia artificial, pocas noticias han generado tanto impacto y reflexión como el reciente rechazo millonario que Mira Murati y su equipo de Thinking Machines Lab pegaron a la gigante Meta, liderada por Mark Zuckerberg. Una oferta que ascendía hasta los 1.000 millones de dólares en bonificaciones y atractivos paquetes salariales fue rechazada categóricamente, confirmando que en la avanzada tecnológica no todo se compra con dinero, y que la ética, la autonomía y la visión estratégica pesan y cuentan más que cualquier cifra astronómica.

Quién es Mira Murati y qué es Thinking Machines Lab
Mira Murati, ex directora de tecnología (CTO) en OpenAI y una de las mentes más brillantes detrás de proyectos emblemáticos como ChatGPT y DALL-E, es hoy no solo una líder tecnológica sino una pionera en el desarrollo responsable y ético de inteligencia artificial. Tras una carrera que la llevó desde Tesla hasta OpenAI, en febrero de 2025 decidió emprender un ambicioso proyecto: fundar Thinking Machines Lab (TML), una startup con sede en San Francisco que se ha convertido en un faro de innovación y ética en IA.

Con un equipo pequeño pero excepcional, compuesto por veteranos de OpenAI como John Schulman y especialistas en seguridad y razonamiento de IA, TML se ha planteado objetivos claros: desarrollar sistemas de inteligencia artificial que sean transparentes, comprensibles, personalizables y que faciliten la colaboración entre humanos y máquinas desde una base sólida de seguridad y ética. Más allá de replicar los modelos dominantes, buscan revolucionar la interacción con la IA para democratizar su acceso y uso. En poco tiempo han conseguido levantar 2.000 millones de dólares en financiación inicial, valorando la empresa en unos impresionantes 12.000 millones de dólares, con inversores potentes como Andreessen Horowitz, Nvidia o AMD.

La tentadora oferta de Meta
En un movimiento tan agresivo como audaz, Meta, en su afán por posicionarse como referente de la superinteligencia artificial, puso sus ojos sobre el equipo de Murati. Según reportes exhaustivos de medios como Wired y Wall Street Journal, Zuckerberg lanzó una ofensiva para fichar a más de una docena de integrantes clave de TML, presentando ofertas que iban desde los 200 hasta cifras cercanas a los 1.000 millones de dólares, a repartir durante varios años en forma de bonos y salarios multimillonarios.

El plan no era solo integrar este grupo de genios a su laboratorio de superinteligencia artificial, sino también debilitar a la competencia más directa y quitarse de en medio a un referente en IA emergente. Meta intentó comprar directamente la startup o seducir a sus mejores talentos con la promesa de tener recursos ilimitados para trabajar en sus proyectos y convertirse en parte de su equipo de élite.

La contundente negativa y sus motivos
Sin embargo, el resultado fue inesperado para Meta y para la industria en general: ni un solo miembro del equipo de Murati aceptó la oferta. La respuesta fue un rotundo no, que fue confirmada incluso por la propia Murati en entrevistas exclusivas. Podía parecer que el dinero hablaría más fuerte, pero no fue así.


Este rechazo responde a una profunda creencia compartida por todo el equipo sobre la importancia de mantener la autonomía, la cultura interna y los valores éticos que han cimentado en TML. La empresa representa para sus miembros una misión a largo plazo, donde el impacto y el desarrollo responsable tienen más peso que una suma enorme de dinero.

Los ingenieros y líderes consideran que gigantes como Meta no comparten una visión clara o transparente sobre los riesgos asociados a la IA ni muestran compromiso genuino con estándares éticos. Las polémicas e irregularidades pasadas de Meta, en términos de privacidad y manipulación de datos, son parte del contexto que alimentó la desconfianza y el distanciamiento. Prefieren la estructura relativamente plana y el sentido de propósito que tienen en su startup, que la posible presión y limitaciones dentro de una corporación tan grande y con objetivos a menudo cuestionados.

Implicaciones para el sector tecnológico
Este rechazo histórico ha sido interpretado como un punto de inflexión en la industria tecnológica. Marca una generación de tecnólogos que valoran más la integridad, la ética y la visión de futuro que la simple acumulación de riqueza. En un entorno tan competitivo y capitalizado, donde las ofertas multimillonarias de compra y talento son moneda corriente, la decisión de Murati y su equipo apunta a que factores como la autonomía, la cultura de trabajo y el impacto positivo real en la sociedad pesan más.

Además, refuerza el poder de las startups y proyectos independientes frente a los monopolios tecnológicos, pues demuestran que se puede aspirar a más que a simplemente venderse a los grandes jugadores. La apuesta está en crear tecnologías revolucionarias que, además de ser punteras, estén alineadas con estándares éticos para un desarrollo sostenible y responsable.

El camino de Thinking Machines Lab y el futuro de la IA
Mientras tanto, Thinking Machines Lab continúa su trabajo con vistas a lanzar productos que faciliten la experimentación con modelos avanzados y personalizados de IA. Entre ellos, Tinker, una herramienta que automatiza la creación y ajuste de modelos de inteligencia artificial, promete ser un punto de inflexión para democratizar el acceso a capacidades avanzadas.

Murati y su equipo mantienen el compromiso de que la IA sea más accesible, adaptativa y sobre todo segura. Están enfocados en desmitificar el proceso de desarrollo de estas tecnologías y buscar un impacto positivo tangible, a diferencia de la visión de laboratorio corporativo cerrado.
La decisión de rechazar la suma récord de mil millones no solo ha consolidado la reputación de Murati como una líder íntegra y visionaria, sino que también ha puesto en evidencia que, en la nueva era de la inteligencia artificial, el dinero no siempre gana. La ética, la cooperación y la visión compartida siguen siendo los valores que inspiran a los pioneros que buscan transformar el futuro.

Conclusión:
Y si alguien todavía se pregunta por qué renunciar a 1.000 millones de dólares puede parecer una locura, tranquilos, no es que Mira Murati y su equipo sean unos excéntricos con delirios filosóficos. Simplemente decidieron que la libertad, la ética y una visión a largo plazo valen un poco más que el típico maletín lleno de billetes. Porque claro, ¿quién necesita un equipo de élite, independencia creativa y el honor de hacer las cosas bien, cuando puedes ser una pequeña pieza más en la gran maquinaria de la gran tecnología? Ahí lo tienen: dinero para comprar ingresos, pero no para comprar conciencia ni principios. Todo un ejemplo para el mundo tech, sin duda.

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